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ROSITA FORNÉS

Por DON GALAOR

La casa de Rosita Fornés, allá en el Vedado viejo, conserva el sello del hogar burgués. De ese hogar en el cual el padre es el cabeza, el guía, y también el que sufraga los gastos de toda la prole. La mamá de Rosita nos dice a Vales y a mí, que en seguida va a estar con nosotros la nueva estrella de la zarzuela. Dos chicos, hermanos de Rosita, juegan en una pieza contigua. Acostumbrados a la disposición un poco bohemia y extravagante de las casas de los artistas, nos da la sensación de habernos equivocado.

Pero no.

No nos hemos equivocado Aquí está Rosita. Sonriendo su boca fresca y bonita. Fijando en nosotros sus imponentes ojos verdes. Alargando su mano fina y tibia en un saludo gentilísimo.

Cuando Vales hubo terminado de captar los gestos de Rosita en su lente de maravilla, nos sentamos a charlar.

- ¿Nació usted en la Habana, Rosita?

- Sí. Yo nací en la Habana.

- ¿Y qué hacía usted antes de decidirse por el canto?

- Pues... Lo que suele hacer una muchacha de su casa. Deportes, estudios, fiestas...

- ¿Qué pensaba usted que sería cuando fuese mayor?
Rosita Fornés se ríe. La mamá, que se ha quedado en un rincón de la sala a presenciar la Interviú, se ríe también.

- ¿Por qué se ríen?

- Porque mamá soñaba con verme trabajando en un banco, o en una oficina de negocios, tecleando en una máquina de escribir, calculando cifras de miles, entrando y saliendo a mis horas fijas... Y, claro. Ahora nos da risa.

- ¿Ahora? Entonces, ¿la decisión de dedicarse profesionalmente al teatro, es reciente?

- Recientísima. Puede asociarla usted, a mi entrada en la compañía del "Principal de la Comedia".

- ¿No tenían la seguridad de que serviría usted para el teatro profesional?

- Yo sí. Ellos saben, porque lucharon contra ella mucho tiempo, que mi afición fue enorme, desde pequeña. Tanto, que no dudé en presentarme en la Corte Suprema del Arte como único medio de probar si podía o no intentarlo.

- ¿Y qué dijeron ellos, los padres, cuando la vieron a usted triunfar en la Corte Suprema del Arte?

- Pues, les hizo gracia. Pero nada más. Tenían la convicción de que una vez terminado el entusiasmo por mis actuaciones radiales, volvería yo a la vulgaridad de la vida cotidiana. A levantarme temprano para ir a la oficina.

- Pero usted llegó a intentos muy respetables...

- Quise siempre superarme. Sabía que del interés que yo pusiera en mejorar mi voz, mi repertorio y mis aptitudes, dependía mucho que yo no fuese a parar a una oficina.

- ¿Cómo fue su decisión por presentarse en la Corte Suprema del Arte?

- Yo escuchaba todas las noches a las aspirantes a estrellas nacientes. Mientras las escuchaba, pensaba en mis disposiciones, en lo que yo sería capaz de hacer. Los que habían oído mi voz, me aseguraban que tenía calidad y afinación. Y un día me fui a inscribir. Esperé mi turno que duró pocos días. Me llamaron para que ensayara con el profesor Rendón. Pasé el ensayo sin dificultad. Aquella misma noche, me pre-senté en la Corte Suprema.

- ¿Muy nerviosa?

- Un poco.

- ¿Cobró?

- Sí. Y cobré también en la eliminación del sábado. Triunfar en la eliminación del sábado, equivalía a considerarnos Estrellas Nacientes.

- ¿Y qué dijeron entonces sus padres?

- Figúrese. No salían de su asombro. Mis progresos en el canto me valieron contratos dentro de la misma CMQ. He cantado en los programas de Crusellas y Compañía, en los de RCA Victor y otros. Y me seleccionaron para cantar "Los Gavilanes", en una radioescenificación que se hizo de esa famosa zarzuela. Y Ramón Peón me incluyó entre los protagonistas de su película "Una Aventura Peligrosa".

- ¿Y siempre esperando que todo eso acabara...?

- Pero cuando la afición echa raíces en el ánimo del artista, es muy difícil hacerlo cambiar de opinión.

- ¿Y cómo fue su decisión por lo profesional?

- Le soy franca. La decisión no ha sido propiamente mía. Fue de Antonio Palacios, que cuando se formó la compañía de Miguel de Grandy, me habló para que yo me iniciara en la escena.

- ¿Usted dijo que si en seguida?

- No. Estas grandes decisiones no me pertenecen por entero. Lo consulté con mamá. Y mamá lo encontró bien. Pero faltaba papá.

- Ya. Papá no era fácil de convencer

- Papá seguía muy ilusionado con la idea de que yo me alejara del teatro. Y mamá y yo lo convencimos.

- ¿Puso muchos reparos?

- No. Creo que también lo animó la creencia de que duraría poco. Que saldría desilusionada... Pero resultó que un día, me dijeron que "La Viuda Alegre" se avenía a mi tipo y a mi voz...

Una pausa. Yo observé a Rosita. Ella piensa, seguramente, en su interpretación de la "Ana de Glavary". Y como si pensase en voz alta, me va diciendo...

- Le diré, don Galaor, que una de mis más grandes ilusiones de artista, fue la de encarnar algún día la "Ana de Glavary".

- ¿Había visto usted "La Viuda Alegre" por otras tiples?

- No. Pero había oído hablar mucho de ella. Y el día que me dijo Palacios que lo haría, me quedé un poco asustada. A punto de renunciar. Pero en seguida me dispuse, pensando que en el teatro no se puede renunciar nunca.

- Y triunfó usted en la prueba. A mí me consta.

- Ahora, en la Duquesa Carolina, de Luisa Fernanda, me siento otra vez en mi elemento.

- ¿Qué otras actividades artísticas realiza?

- Actuó todas las noches en Sans Soucí.

- Entonces, ¿puedo decir que su carrera profesionalmente hablando está decidida?

- Dígalo usted. Ya los viejos se han convencido que eso es lo que me gusta. Que eso es lo que hago con más gusto. Y también han decidido que así sea.

Las mejillas adquieren una tonalidad rosa al decir esto. Ella misma se siente otra. Más segura de su condición de ídolo. Más capaz, frente a la responsabilidad de la artista consagrada. Recuerdo una primera interviú a mediados de 1939, cuando Rosita Fornés había escalado las más, altas cumbres del estrellado en la Corte Suprema del Arte. Entonces, era la muchacha, que acababa de dejar !os libros del colegio. La aficionada que hablaba de posibilidades. A las preguntas definitivas mías, ella respondía con un "ya veremos", con un "quizá"... con un "no sé todavía"...

Ahora Rosita Fornés, triunfadora en papeles de enorme responsabilidad, sabe ya lo que quiere y a dónde va. Contesta afirmativamente, y cuando le hago mi última pregunta, responde:

- De proyectos, vale más no hablar. ¡Tengo tantos!. Pero considero que no vale precipitar los acontecimientos. El paso decisivo está dado. La crítica ha sido muy bondadosa conmigo, al enjuiciar mi labor en "Luisa Fernanda". Con esta obra, tengo la impresión de haber debutado formalmente en el teatro. Lo demás, lo dirá el tiempo y el público.

- ¿Está usted contenta entonces?

- ¡Contenta y emocionada!

Y así terminó la interviú.

Cuando yo iba por la calle del Vedado viejo, bajo los árboles, en busca del auto de Vales, llevaba la impresión de haber estrechado la mano a un futuro ídolo.

Y la impresión perdura.


Tomado de la
Revista BOHEMIA, La Habana, CUBA
1ero de Febrero de 1942
Páginas: 14, 15 y 82