ROSITA FORNÉS WEB PAGE Magia de amor, ROSITA FORNÉS |
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CRÓNICA: Magia de amor, Rosita Fornés Se abre un plano general,
la luz sube, y un arpegio de cuerdas se abre como un telón de melodrama. Aparece la vedette; está de espaldas, abrazada toda
por una chalina de plumas. Cuando era una niña descubrió
lo que quería ser y desde muy joven lo supo hacer mucho y bien. Fue una artista probada en los escenarios teatrales, en zarzuelas
y operetas...luego fue vedette —la Estrella— de grandes revistas musicales, dentro y fuera de su país. Actuó en
la radio que era como decir en cada barrio del país. Las cámaras de cine y fotografía encontraron en ella la belleza ideal
de una época y la supieron aprovechar. Luego vino la televisión que trajo la amplificación de su arte, la masividad de grandes
shows, actuar, bailar y cantar canciones de moda en cada casa que pudiera contar con un televisor, todo desarrollado en una
época en que ser una mujer del espectáculo podía entrañar más de un riesgo. Los tiempos cambiaron después y el país giró en
un torbellino sin precedentes. Y la Fornés se alistó para participar intensamente en la nueva época. “Habrá un latir
de corazones que te arrullen sin cesar…”. La capa de plumas oscuras es lanzada a un lado, y la artista baila libre
por el set, presa de un suave frenesí. Ahora su belleza es absoluta: los hombros redondos y desnudos, el torso elegante, guantes
claros y joyas que irradian en la luz de los reflectores. Después de recorrer los escenarios del mundo, la Fornés parece encontrar
en los estudios de televisión un espacio ideal. Delante de las cámaras se mueve con soltura y los lentes potencian cada línea
de su rostro. Su atracción es más intensa, va directo al corazón. “Y así juntos vivir, y amar a plenitud…ignorando las traiciones y el dolor…” Quizás
en ese momento algunos miraban con ojeriza lo que para otros era simplemente encanto. Siempre hubo piedras en los caminos.
¿Necesitaban los nuevos tiempos que comenzaban un ejemplar como Rosita Fornés? ¿Acaso aquellas maneras no era deudoras de
una mentalidad profundamente burguesa que debía ser abolida? ¿Quizás los nuevos tiempos no demandaban austeridad y Rosita
Fornés se había convertido en un mal ejemplo, en una rémora dañina del pasado? Los grandes cambios son procesos muy complejos
y algunos la cuestionaron, trataron de cerrarle el paso, soñaron con decomisarle las joyas, quemar sus vestidos, pero ella
mantuvo la fe en el arte y continuó, ayudada por muchos que sí entendían lo que ella representaba y la apoyaron siempre. Rubia
y glamorosa no podía ser más cubana, y marginarla era un crimen de lesa cultura. Por suerte, la Fornés es una mujer que siempre
se ha sabido necesaria y, perseverante, evitó ser barrida por el vigor indetenible de la historia; tenía la certeza de que
su arte era un derecho absoluto de todos, estaba convencida de la necesidad de la belleza halagadora, de la pulcritud y la
elegancia en los buenos y en los malos tiempos. Rosa Fornés ha sido desde
hace más de medio siglo la embajadora entre nosotros de la magia escénica en el ámbito musical. Hasta ahora no ha aparecido
otra figura de su tipo en el mundo del espectáculo cubano. Es que ella no ha sido solamente una beldad engalanada, sino que
es, sobre todo, una persona sincera. Los cubanos la respetan y la quieren, no por bella, sino por buena. Y ese —quizás
sea lo que alguna seguidora nunca entendió— no es el triunfo del glamoroso destello, sino la victoria de una esencia
humana en su estado más noble. Hoy la vemos con sorpresa, aún dueña de una hermosura que nunca termina, ya menos dama de diademas
y guantes blancos, pero con la belleza de las cosas verdaderas. “Ven a mi mundo de
ilusiones, y en mis brazos sentirás… la fantasía que te envuelve en la magia de este amor…” En la
imagen televisiva, plateada por las décadas, la contemplamos ahora eternamente joven. Una ola cálida de ternura llega hasta
nosotros desde sus ojos del pasado, que nos miran con franqueza, como si nos conociera desde siempre. Parece como si ella
guardara para su público todo el cariño del mundo y nos lo estregara cuando extiende sus dos brazos hacia nosotros. Toda una
vida de ilusiones nos ha ofrecido la artista, para salvarnos a su modo, para que no perdamos la capacidad de fantasear, de
soñar con mujeres maravillosas que nunca existieron, dulces mentiras de luz y attrezzo que aún nos atraen, seductoras, a sus
camerinos de quimera. “…Dame un beso
sin final para nunca despertar… (Desde su pantalla de plata, Rosita Fornés nos mira para siempre. Y sonríe) …de
este mundo… que he creado… para ti…”
Tomado del sitio Cubasi.cu http://cultura.cubasi.cu/desktopdefault.aspx?spk=160&clk=256035&lk=1&ck=130719&spka=36 |
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