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MEDEL TEME AL RIDICULO














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"MEDEL TEME AL RIDICULO"...

Dice ROSITA FORNÉS

"Hasta ahora he callado porque creía que había estado casada con un caballero".
- Rosita Fornés está furiosa desde que leyó en BOHEMIA, el viernes, un reportaje que
Luis Pérez Orozco envió desde México.
- "Es ridículo revolver un pleito que a nada conduce, ni en lo legal, ni en lo personal".
- "Quiero que se haga silencio alrededor de este enojoso asunto".
- ¿Cómo había sido Medel con anterioridad a su matrimonio con Rosita Fornés?.
- "Todos en México tomaron a broma la noticia de que me casaba con Medel".


Fotos de CHARLIE SEIGLIE

por DON GALAOR

ROSITA FORNÉS está furiosa. Su voz adquiere el tono del grito para expresar su estado de ánimo:

- Hasta ahora he callado porque creía que había estado casada con un caballero. Pero ahora voy a hablar yo.

Le tiemblan los labios bonitos, húmedos de rouge. Le tiemblan las manos en el ademán enérgico de protesta. Toda ella, de natural tan serena y ecuánime, tiembla de coraje.

- ¿Qué pretende el señor Medel? ¿Publicidad? ¿Y de que le va a servir? Los artistas se ganan al público en el escenario y ante las cámaras, haciendo teatro del bueno. Nunca fue buen sistema de publicidad la intriga y la mentira.

Todavía estamos en el jardín, donde hay un columpio. En el columpio juega una niña encantadora, Rosa María Eugenia, la linda Rosita, hija de Rosita Fornés.

Pero Rosita quiere seguir desahogando la furia que la invade desde que leyó en BOHEMIA, el viernes, un reportaje que Luis Pérez Orozco envió desde México al enterarse que el juez, Licenciado Luis Rubio Siliceo, había anulado la sentencia de divorcio que la había liberado del actor Manuel Medel.

- Yo estoy divorciada. Perfectamente divorciada en México y en La Habana. Y nada podrán ni los jueces ni los tribunales anulando mi divorcio, porque jamás volveré a considerarme la esposa de un hombre que solo persigue en este asunto satisfacer su vanidad.

- ¿Su vanidad, dice usted, Rosita?

- Su vanidad, si señor. Manuel Medel se siente herido en su amor propio y hace dejación de los principios de la caballerosidad, nada más porque fui yo la que primero habló de divorcio. Por eso insiste en mantener un pleito que le permita ofenderme y poner en duda mi conducta.

No se aquieta el coraje. El temblor de la voz se hace angustia en la garganta y solo un gran esfuerzo por su parte le impide llorar.

- Es ridículo revolver un pleito que a nada conduce ni en lo legal ni en lo personal, como no sea la inútil pretensión de enlodar mi reputación ¡que no ha desmerecido ante la opinión del público ni aún al casarme con él!

Tiene a mano una copia fotostática de la sentencia de divorcio, fechada en Yautepec, Morelos, el primero de febrero de 1952.

- Solo quiero, eso sí, que se haga silencio alrededor de este enojoso asunto. Quiero vivir mi vida tranquilamente. Estoy dedicada por entero a mi trabajo y al cuidado y educación de mi hija.

Busca en las fojas del acta de ejecutoria que me quiere mostrar. La encuentra:

- En esta hoja dice clara y terminantemente: "En virtud de que no fue recurrida la sentencia definitiva en estos autos dentro del término de tres días que para ese efecto concede, la ley, con fundamento en el artículo 21 de la Ley de Divorcio en vigor, se declara que la misma ha causado ejecutoria; en consecuencia, cúmplase con lo mandado por ella y expídase a la promoviente la copia certificada que solicita ..., etc..."

Rosita Fornés cierra el cuaderno. Lo pone sobre la mesita. Enciende un cigarrillo. Respira hondo para saborear el humo azul.

Yo la observo en silencio. Parece más serena. Todavía brillan los ojos claros tras la humedad de un llanto que no cuajo. Pero me luce más tranquila y aprovecho para hacerle una pregunta:

- ¿Por qué se casó usted, Rosita, con Manuel Medel?

- Porque la vida tenía que ponerme a prueba. No tiene otra explicación mi matrimonio. Porque ya como empresario, cuando yo era la primera vedette de su compañía, el señor Medel no desperdiciaba ocasiones de gritarme groserías en su afán de proclamar su condición de amo.

Los que lo saben cuentan que había iniciado una temporada en el teatro "Tívoli" bajo la gerencia de un empresario que tenía dinero, pero muy poca experiencia del negocio. Rosita Fornés era la primera vedette y el señor Medel el primer actor cómico. La empresa perdió dinero desde el debut. Perdió mucho dinero, aunque se veía claramente que con voluntad y fe, la temporada podía afianzarse. Pero el empresario se asustó y se marchó dejando a los artistas con más ganas de seguir trabajando que de abandonar la aventura. Manuel Medel era el único que podía hacerse cargo de la empresa si quería. Tenía nombre como actor y como director y tenia lo principal, dinero. Más dinero del que él decía tener. Lo convencieron de que se hiciera empresa. Reabrieron el teatro con tan buena suerte, que ocurrió lo que tanto le habían augurado al otro empresario. ¡Un triunfo! Y cuentan que cuando el señor Medel empezó a actuar como empresario y director del negocio, se mostró tiránico. De un despotismo desusado ya en todos los centros teatrales del mundo. Sus gritos podían oírse desde cualquier lugar del teatro. Más de una vez hubo conmoción y angustia en las filas de la farándula al entablarse entre él y Rosita verdaderos duelos de palabras altisonantes. El regañándola sin respeto a su jerarquía. Es decir, a su condición de vedette estrella del espectáculo. Ella advirtiéndole que no estaba dispuesta a tolerarle groserías y que abandonaría la compañía si insistía en su intolerancia.

Es posible que esta actitud digna por parte de Rosita hiciera cambiar de conducta al creador de "Pito Pérez". Porque pronto notaron todos, con alegría, desde luego, que el señor Medel había cambiado ¡y mucho!

Con el cambio en la actitud del empresario, el hombre se mostró también amable, casi paternal. Y esto pudo influir en Rosita, que empezó a sentirse protegida. Estaba sola en México. Asediada por muchas ambiciones distintas. Y él hombre maduro, responsable, cordial ahora, podía ser un apoyo en la vida y en la carrera de la vedette.

Más de una vez, sincerándose con los amigos y compañeros que se acercaban a ella, se la oyó decir:

- Yo, íntimamente, soy completamente distinta a la Rosita Fornés que el público conoce. En la calle, en el teatro, frente a frente con el público, doy la sensación de que me voy a comer el mundo. Pero en el fondo vivo deseosa de comprensión, de cariño. Y yo estaba muy sola. Porque los halagos de telones adentro, la gloria del aplauso, la idolatría de las multitudes, cuando se está lejos de la familia y de la patria, es decir, de los afectos que nos son más caros, hacen más triste, más profundamente angustiosa la soledad.

¿Cómo había sido Medel con anterioridad a su matrimonio con Rosita Fornés? Eso lo saben las gentes de la farándula mexicana. También se ha publicado repetidas veces. Había habido mujeres en su vida. Mujeres que él había abandonado con hijos suyos sin haberse casado con ninguna. Si él se casaba con Rosita, ¿no era prueba elocuente de que estaba dispuesto a superarse como hombre de hogar?

Fueron fugaces ideas optimistas.

Rosita, haciendo un esfuerzo por hablar del asunto, renuncia al silencio que se ha impuesto para decírmelo:

- La temporada seguía triunfalmente. Pero yo era la figura que más gustaba. Para el caso concreto de mi vida a su lado, yo gustaba al público más que Manuel Medel. Esto lo sabía el señor Medel cuando me gritaba groserías. Lo sabía cuando cambió de actitud para enamorarme. Lo sabía cuando concretó que se casaría conmigo. Y llegó al convencimiento pleno, en plena luna de miel. Su agresividad aumentaba cuando el público me aplaudía más que a él. Su amargura se manifestaba en todo momento que me veía alegre y feliz.

- Y la llegada de la hija, ¿no aminoró su mal carácter?

- Medel no recibió con alegría el anuncio de que tendría un hijo mío. Ya le dije que tiene muchos, no sé cuantos. Y déjeme contarle antes que se me olvide, que insistió en la división de bienes cuando nos casamos. Esto le dará una idea de su carácter egoísta. De su egolatría material y sentimental. ¿Cómo había de suavizarle el carácter la llegada de una hija más? Al contrario. Se acrecentó su mal humor.

Rosita toma otro cigarrillo de la mesa. Lo enciende.

- Todos en México tomaron a broma la noticia de que me casaba con Manuel Medel. La diferencia de edad no les importaba. Les importaba la diferencia de cartel. Porque si el señor Medel había tenido un gran momento en el favor del público, en aquellos días ¡ni el anuncio de su boda conmigo lo salvó del abandono en que había caído! No lo querían. Esta es la verdad. Y cuanto hizo por recuperar el cartel fue inútil. En cambio, conmigo ocurría lo contrario. Y esto no lo perdonaba el señor Medel ni a su esposa, ni a la madre de su hija. El señor Medel, ídolo en días que ya habían quedado muy atrás, no podía tolerar que nadie fuese más que él en la consideración del público. Comprenderá que ante tanta injusticia yo llegase al convencimiento de que a su lado no tenía nada que hacer ya.

Rosita hace una pausa. Su boca bonita intenta sonreír y dice:

- Cuando le hablé de divorciarme le daba las quejas a su madre:

- Madre, Rosita se quiere separar de mi... ¿Te das cuenta, madre, del ridículo que será para tu hijo si esta mujer me deja...?

Si. Esto es todo lo que importa al señor Medel -resume Rosita Fornés-: el ridículo. Sabe que el público, sus paisanos todos, no le perdonaron que se casara con su vedette favorita. ¿Cómo iba a soportar ahora el ridículo, ante la burla general que él, en su pequeñez de espíritu, adivinaba?

Tiene razón Rosita Fornés, ¿no? Tiene toda la razón. Esa apelación. Esa anulación de una sentencia que está en vigor desde hace exactamente dos años, es sencillamente ridícula.

Tomado de la
Revista BOHEMIA, La Habana, CUBA
Marzo 21 de 1954
Año 46 No. 12
Páginas: 76, 77 y 90