ROSITA FORNÉS WEB PAGE

MEDEL NO FUE NUNCA UN ESPOSO APASIONADO...














Inicio | Biografía | Cronología | Fotografías | Filmografía | Teatro | Lírico | Discografía | Televisión | Radio | Videos | Cabarets | Flipbooks | Entrevistas y Reseñas | Entre Famosos | En Familia | Agradecimientos | Testimonios | Libros | Cancionero | La Gente Habla | Casa Fornés | Ventas y Sitios de Interés | Libro de Visitantes





Rosita Fornés se Divorcia de Medel

LA HABANA, 27 de febrero.-(AP). Rosita Fornés, famosa artista cubana del radio y el teatro, dijo hoy que su matrimonio con Manuel Medel, artista mexicano, había sido un fracaso.

"Si, salí de México en secreto, después de haber llenado una solicitud de divorcio, porque no quería escándalos. Manuel es muy buen hombre y trató con todas sus fuer zas de preservar su matrimonio, pero no somos compatibles.

" Me imagino que es cuestión de gustos, a mí siempre me ha gustado tener amigos y me gusta estar con ellos. Mi marido es diferente y llegamos al punto en que él me quería separar de ellos, separar de todo y tenerme aislada en mi casa."

"No hubo choque por cuestión de carreras profesionales, todo le debió a que no nos llevamos bien. Somos gente de diferente gusto, "¿Una tercera persona?... no, desde luego que no. No hay nada de eso de parte de ninguno de los dos".

Rosita Fornés dijo que ella había trabajado en teatros, en la estación de radio XEW y en las películas mexicanas, agregando: "Y debe de decir en todas las formas, de que la gente de México fué muy buena conmigo".

"Me hicieron sentir como si realmente estuviera en mi tierra."

Con ella se encuentra aquí su hija, Rosita Medel Fornés, quien cumplirá 3 años el próximo 10 de marzo. Rosita y el actor mexicano se casaron en la Ciudad de México el 20 de diciembre de 1947.


MEDEL NO FUÉ NUNCA UN ESPOSO APASIONADO...

Dice Rosita Fornés

Rosita Fornés nuestra vedette sensacional, ídolo del público de México, está en La Habana.
- Llegó de improviso - ¡Huyendo! - ¿Huyendo?
- ¡De su esposo Manuel Medel!
- Un abogado le consiguió escolta armada para llevarla hasta el avión, y hasta que no pisó tierra cubana nuestra linda artista no se sintió tranquila.
- Se trajo con ella, naturalmente, a su hijita.
- Todavía siente el nerviosismo que la angustió largos días en México, en espera de poder regresar al hogar de sus padres...

por DON GALAOR
(FOTOS ESPECIALES DE CHARLIE SEIGLIE)

ROSITA está en La Habana. Su salida de México ha sido una huida. Una especie de evasión. Porque se creía prisionera. Había encontrado en el actor cómico Manuel Medel protección, comprensión, camaradería. Sola en un país extraño, aupada por el triunfo, sintió miedo de su soledad, de su in-defensión. Aquí en La Habana estaban sus padres. Los que se habían ocupado siempre de cuidar de su persona y su carrera. Por eso se sintió como protegida al lado del compañero bondadoso, servicial, callado. Manuel Medel, sin saber que estaba enamorado de Rosita, se empezó a sentir responsable de que todo en su trabajo marchara bien. Y la confianza mutua los acercó. Los identificó. Cuando el tiempo les hizo ver la necesidad de casarse, porque todo el mundo los sabía o los creía novios, lo hicieron seguros de que se querían...

Manuel Medel, maduro de años, venía de regreso por los caminos de la vida, Tenía hijos crecidos de matrimonios ya deshechos y olvidados. Tenía una posición responsable de gran cómico, ídolo casi de multitudes. Su popularidad creció con su aparición en la pantalla. El personaje famoso del escritor y diplomático don Rubén Romero, "Pito Pérez", por poco anula su personalidad. Durante mucho tiempo fué para todos "Pito Pérez" en vez de Manuel Medel. Tan cabal, tan natural, tan espontánea 'había sido la personificación por él del cínico personaje.

Rosita Fornés, en cambio iba, ambiciosa de aplausos y popularidad, hacia todos los caminos que se abrían luminosos e invitadores frente a ella. Su juventud magnífica, es su más fuerte, su más característico sello personal. Recordemos su biografía de artista y tendremos en todo momento pruebas de su definitivo, y hasta insobornable deseo de triunfar. Ni una carrera que el padre imponía casi dictatorialmente. Ni las severas reprimendas de la familia, la detuvieron cuando vió franco el camino del debut. El triunfo fue tan decisivo y clamoroso, que no hubo otro remedio que acceder. Después de todo, no era tan terrible tener una artista triunfadora en la familia.

El radio, el teatro y el cine tuvieron en ella una artista atractiva. La comedia, el drama, la canción, la opereta, la zarzuela. Todos los géneros fueron tocados por ella con plena aprobación del público. Un día, deseosa de ampliar el horizonte de sus éxitos fue a México. Y pronto nos llegaron noticias de su gran triunfo en la Meseta.

En la cumbre del éxito, compartiendo honores estelares con Medel en el mismo escenario, encontró en su cercanía aquella protección que sólo otro hombre había sabido infundirle: su padre, retenido en La Habana por el resto de la familia y los negocios.

Medel había triunfado como "Pito Pérez". Y llevó al matrimonio, de regreso ya de todas las aventuras, la infelicidad de "Pito" en vez de la alegría tumultuosa de Medel.

Pronto se convenció Rosita Fornés que el matrimonio le cerraba el círculo de su vida. Cuando vino a darse cuenta, todo era tan reducido, tan mezquino dentro de la jaula, que empezó a sentir dolor en las alas. El horizonte que antes se perdía para ella en el infinito, podía ahora tocarlo con sus manos con solo abrir los brazos en cruz. El camarín del teatro. La sala o la recámara de su casa. Un Medel, más callado que nunca. ¡Pero en cambio, una hija que es una chiquilla maravillosa! Nada más...

No es que Medel tenga la culpa del fracaso conyugal, no. Pero tampoco la tiene Rosita Fornés. La culpa es, ¡de la vida, que es así! La muchacha ambiciosa, de vida amorosa casi inédita, porque sus noviazgos en La Habana naufragaron en el mar de la incomprensión, de la intolerancia y de la infidelidad cuando ninguno de los tres apenas la habían permitido enamorarse, advirtió de pronto que todo a su alrededor envejecía de tedio, de aburrimiento, de tedio. Las invitaciones quedaban sobre la mesa. Olvidadas.

- ¿Vamos a ir?

- No.

Las primeras negativas las recibió ella con indiferencia. Entonces tenía bastante con su esposo. Tan serio. Tan callado. Tan servicial. Y con su casa. Tan alegremente decorada por ella. Para su propio regalo.

Había puesto en el adorno de su casa el cuidadoso esmero de quien presiente que va a estar mucho tiempo en ella sola. Cada detalle, cada color, cada línea era motivo de análisis solemne y prolongado. Después de todo, tenía tiempo hasta para perderlo y matarlo en estas pequeñas aventuras hogareñas.

Medel, acaso, vivía con un profundo temor. El de saber que no se merecía una esposa tan joven, tan bella, tan hermosa, tan codiciada por todos. Y en su fuero interno, vanidoso, hacía reservas para prolongar hasta los cien años la ilusión que había sembrado en ella. Es la teoría de los cansados. De los escépticos. De los demasiado conservadores.

- ¿No tenemos toda la vida por delante? - Se preguntan.

- ¡Pues mañana será otro día! Hoy me siento cansado.

Y ella, joven, ambiciosa, soñadora, esperó sin saber que ponía en la espera resignación.

El tiempo juntos fue tornando los sentimientos. Mientras en ella crecía el desamor, en él se hacía volcán la pequeña brasita que había encendido el día de la boda.

Claro, cuando ella le dijo que no lo amaba, Manuel Medel no quiso darle crédito. Habrá pensado: Está haciéndome teatro. A mí, que soy el más grande de los cómicos mexicanos.

Y sin creerla, no quiso tampoco profundizar en su advertencia. Le habló en el tono que le había hablado siempre. Sin poner rencor ni tampoco ironía. Pero sin nervios. Que era lo que se precisaba en aquel momento, Nervios. Esos nervios tan necesarios al actor cuando va a estrenar un papel.

Medel estaba estrenando un papel. El papel de marido a quien la mujer le dice que ya no lo ama. Y él no supo poner en su interpretación la más mínima emoción. Y ahí mismo se decidió su fracaso.

Rosita Fornés lo explica ahora, ya lejos de la pesadilla en que la envolvió su desamor, con estas palabras:

- Yo fui sincera con Medel. Cuando descubrí que no lo quería, se lo dije con toda lealtad.

- ¿Y él qué hizo? ¿Qué dijo?

- Nada. Lejos de tomarlo por lo trágico, me aconsejó serenamente, bondadosamente, que lo pensara mejor. Que estudiara sin prisa y sin ofuscación lo que mejor me convenía.

- ¿Pero no se mostro agresivo? ¿No soltó una decena de interjecciones? ¿No le pegó siquiera?

- ¡Oh, no! En ningún momento se mostró agresivo. Ni malas palabras ni gestos arrebatados. Medel no fue nunca apasionado. Ha sido siempre muy comedido conmigo. Creo que al principio le quiere por eso. Pero una vida en común sin grandes emociones acaba por aburrir...

Rosita no quiso precipitar las cosas. Ella estaba segura que su desamor haría desgraciado a Manuel. En los días que siguieron, sin embargo se encerró en un mutismo entre triste y resignado. Muy cortés, pero demasiado callado. Quería parecer cordial y solo conseguía imponer su buena educación. Y esto para una mujer que le ha dicho al marido que ya no lo ama tiene todas las agravantes de un presagio.

- Puse de mi parte ml buena voluntad, por convencerme de que podía ser uta nube. Quise aminorar su angustia haciéndole ver que no me pesaba la vida a su lado. Inspirarle confianza. Borrar cualquier sospecha que pudiera amargar su natural sereno y bondadoso. Pero el no cambiaba su actitud fría, reservada, cordialmente hostil. Entonces le dije que quizá si viniera yo a La Habana pasara todo y pudiéramos reunirnos de nuevo y ser felices. Siempre que surge alguna dificultad en una pareja logran disiparla con una breve separación.

¡Pero no!. Con su habitual serenidad, con su desesperante humildad, me dijo que no. Que si yo me iba de su lado no me volvería a ver. Que él me impedirla moverme de México, puesto que era mi esposo y su deseo era tenerme a su lado.

¿No le hablaba de su amor?

Si. Al calor de la discusión porque esta vez me alteré lo suficiente para alcanzar a decirle cuatro cosas duras, alegó su derecho de amor. ¡Estoy enamorado de ti!

¿Qué mejor razón quieres para que no te deje ir?
Fue entonces cuando Rosita Fornés pronuncio por primera vez la palabra "divorcio"

El mazazo lo recibió estoicamente Manuel, sin inmutarse, inconmovible. Apenas sin atreverse a levantar los ojos del suelo, le respondió que impediría ese divorcio con todas las fuerzas de su alma. Pero que en el caso de que se le diera curso, exigiría la custodia y patria potestad de su hija, puesto que no podría vivir sin ella. Era el argumento reservado para la tremenda ocasión. Ella pronuncio la palabra divorcio. Y él ripostó su angustia contenida con esta frase patética, magnifica, temeraria. ¡Mi hija!

Lo demás ya se sabe. ¿Qué no conseguirá alcanzar una mujer cuando quiere irse? Un abogado reclamó a la cónyuge demandante para depositarla en el domicilio de una tía, residente en Ciudad México, mientras los jueces dictaminaran sobre el divorcio planteado. Medel confiando en que esto era suficiente, se ausentó de la ciudad.

El abogado con una escolta armada la condujo hasta el avión, y hasta que no pisó tierra cubana nuestra linda artista no se sintió tranquila. Se trajo con ella, naturalmente, a su hijita. Todavía, cuando está hablando conmigo, siente el nerviosismo que le angustió largos días en México, en espera de poder regresar al hogar de sus padres.

Manuel Medel debe estar recordando en estos momentos las palabras de "Pito Pérez":
"El amor es la incubadora de todas mis amarguras; el espejo de todos mis desengaños. Ha Influido en mi de tal manera, que otro gallo me cantara si en el amor hubiera encontrado estimulo para luchar por algo o por alguien..."

Pensemos en él, ahora que Rosita Fornés ha logrado su objeto. Pensemos en su desesperación, en su infinita tristeza, en la alucinante decepción de su vida rota, al enterarse que ya no volvería a besar la carita picara, simpática, adorable de la hijita querida. Y que el desamor de la mujer que amo callada, tímida y bondadosamente, lo ha dejado en la soledad más espantosa. Una soledad que en su fuero interno pensará no se ha ganado. ¡Pero que se la merece!

Tomado de la
Revista BOHEMIA, La Habana, CUBA
9 de Marzo de 1952
Paginas: 38, 39, 83 y 84